sábado, 31 de mayo de 2008

Soy leyenda

Amanece y descubro extasiado por enésima vez que no ha sido un sueño. La vida es buena, la vida es mía. Soy el dueño de todo, de absolutamente todo; el príncipe solitario del orbe. No quiero decir con esto que en alguna ocasión haya tenido yo una ambición material tan desmedida como para haber anhelado esta situación de forma regular con una malsana obsesión. No. Sólo quiero hablar de lo infinitamente placentero que resulta poder ir a toda velocidad por una calle que conocí atestada hasta la desesperación; de lo maravilloso que es poder entrar a las tiendas de productos altamente inaccesibles y poder elegir el guardaropa más fresa que jamás haya vestido magnate alguno; entrar a cualquier hogar y hacer un estudio morbosociológico de lo que allí sucedía, las filias de cada uno, sus fobias, sus desviaciones, las diferencias de necesidades, de lo esencial a lo superfluo. Tal como Dios: observando al mundo sin restricciones: llegar a conocer el color favorito de ropa interior de las celebridades, mientras me tomo un buen trago del mejor vino que jamás haya probado y con lo que sobra en la copa sacar brillo a mis zapatos nuevos de diseñador ayudado de una toalla no de 4,000 pesos, sino de cuarenta mil dolares.

¿Revivir a los demás, encontrar la cura de los infectados? No lo creo. No es que sea yo un misántropo, lo juro, de verdad disfrutaba la vida como era, la interacción con mis semejantes. Sin embargo, pienso que se puede estar bien sin ellos, bastante bien diría. No pienso que me corresponda ser su salvador, únicamente para que vuelvan a atestar las salas cinematográficas los días de estreno. Quizá es cierto que no volveré a ver ninguna nueva producción hollywoodense, pero a cambio soy el poseedor absoluto de la memoria de la humanidad, miles y miles de creaciones desconocidas para mí, ahora a mi disposición absoluta, todas las novelas, todos los cursos de idiomas, todas las armas, los aparatos de alta fidelidad, los autos veloces, las revistas de chicas; todos los museos, todos los departamentos de diseñador, todo, todo es mío. Las discografías completas que siempre anhelé, las rarezas, las ediciones especiales. vaya, tanto por hacer y a cambio sólo tengo que mantenerme a salvo de esos desagradables infectados. No sé, quizá algún día tenga la posibilidad de domesticar a una hembra y acabar con esta única incomodidad que me ha llevado a la necesidad de hacerme un experto criador de melones. Vaya, eso sí que se extraña, pero siempre existen alternativas. El buen Dios pensó en mí, y me ha dejado de compañero a mi perro. De verdad que es un dócil y fiel can.

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