miércoles, 2 de abril de 2008

La Leyenda del Santo Bebedor.

Primera de tres partes.

El tardío y afortunado descubrimiento de esta breve novela de Joseph Roth ha tenido como inmediata consecuencia el motivarme a hacer un análisis del papel que ha jugado el alcohol en mi vida, en mi experiencia humana, los momentos obtenidos en su compañía y la obsesión por su presencia dentro de lo cotidiano como vehículo de búsqueda de una mayor sensibilidad.

El alcohol es una de las cosas más nobles que existen. Es incluso más fiel que un amigo y eso es decir bastante cuando posees tantos amigos fieles. El alcohol no te recrimina por las condiciones en las que te encuentras cuando vas en su búsqueda, puedes estar totalmente harapiento y apestando a cualquier clase de cosas: el alcohol no te exigirá una mejor higiene personal.

No necesitas una posición económica holgada para beber alcohol: hay dosis tan económicas como un kilo de tortillas y suelen ser las más efectivas, las más rápidas para llevarte a otro estado de conciencia y que además no te comprometen a mantener una afición cara. Es interesante cuando tienes oportunidad de beber lo que te plazca sin tener que mantener una falsa pose de gustos refinados: Hoy bebes Carlos I y mañana Tonaya con toronja; en esa ocasion especial decides comenzar con Martell VSOP y terminas juntando charquitos de curado de fresa. A los puristas se les enchinará la piel, a los ñeros les sonará sobrado. Sin embargo, lo más interesante es cuando esa forma de conducirte es extrapolada a otros aspectos de tu vida: Hoy vas sólo sobre las nenas lindas y terminas cogiendo con la gorda bigotona y resulta que la chingada botijona es una maravillosa conversadora que puede hablar de religiones comparadas con medio kilo de maciza entre sus mejillas. Comienzas escuchando Progresivo italiano y sin ningún reparo pasas al Conjunto Primavera y descubres asombrado que allí es donde se gesta el verdadero sentimiento colectivo. Andas dividiendo entre tres o cinco tus caricias y tus besos y un buen día descubres que la monogamia es la situación de mayor felicidad y bienestar que hayas vivido jamás.

Aunque cabe mencionar que es bastante sencillo convertirlo en un vicio que te arruine económicamente. Sin embargo, al formar parte de una élite que está más allá de las ambiciones terrenas y que aunque suene inverosímil, prefiere los placeres pasajeros, las vivencias momentáneas que enriquecen el albúm mental de experiencias hasta embotarlo de tan atascado, esa situación de quiebra te viene importando madres. Seis años de mi vida dormí sobre un colchón orinado y la ropa que vestía la vendía para continuar bebiendo, los zapatos que calzaba llegaron a cumplir más de tres años de uso continuo, pero no por eso dejaba de beber caro con mucha frecuencia y no por beber caro desdeñaba una peda con cerveza o mezcal. Beber caro no siempre es bien beber, una de mis pedas más memorables fue con cuatro litros de mezcal y medio de refresco de toronja.

Puedo decir que en mi experiencia personal he gastado más dinero en alcohol en un año que el que gastado en ropa en toda mi vida. Me deshice de una biblioteca de libros técnicos, de Álgebra a C++, de Física a Diseño digital, de Cálculo a Control Analógico. El alcohol es instrumento divino, es la mano de Dios quien lo posa en los labios sedientos de sus hijos predilectos: con esta acción en apariencia desesperada logré evitar dedicarme durante toda mi vida a algo que ya no me emocionaba como en un principio, que no me divertía lo suficiente. Llegó también el tiempo de deshacerme de una biblioteca realmente importante y eso me enseñó a no tenerle amor a lo material. Es verdad que el alcohol santifica. Y es que el alcohol te enseña que el verdadero motivo de la existencia es divertirse. Conocer tanta gente como puedas y algunos pocos pero muy buenos amigos, ser más introspectivo y más justo contigo mismo, sondear los límites de tu resistencia física, económica y moral, Equivocarte bajo su influencia y no culparlo. Asumir tu responsabilidad sin justificarte en él. El papel del alcohol es enseñarte el camino de la santidad.

Ignoro totalmente quienes sean los que vayan a leer esto, pero sospecho ampliamente que no faltaran los briagos de tiempo completo, los borrachos místicos, los dipsómanos permanentes de opiniones cristalizadas que en algun pasaje de esta lectura muestren una honesta necesidad de mentarme la madre. No hay dos experiencias de vida similares. No hay una verdad absoluta y algunos me tildarán de blando, otros de malgradecido, de pocoshuevos, de incongruente y falaz, lo sé. ESTOY HASTA LA MADRE DE BEBER.

Las condiciones en las que he bebido estos últimos tres o cuatro años no me han dejado nada que enriquezca mi vida a no ser de un sobrepeso ingrácil (Antes mi sobrepeso era objeto de admiración, concretamente las dimensiones de mi vientre, su curvatura perfecta, su indiscutible firmeza, pero hoy día incluso algún pinche novato tripón ha pisoteado mi jerarquía). El alcohol ha sido inventado por Dios para hacernos mejores seres humanos y yo hace tiempo que no manifiesto ninguna evolución.

Andreas, el Santo Bebedor de Roth es ético y congruente como sólo lo puede ser un alcohólico. Disfruta lo mismo la amistad del benefactor que la del abusivo y a ambos les brinda un trato cortés. Nunca deja de considerar el compromiso que ha adquirido con Santa Teresita y es por ello que la novela es un continuo acercamiento y perdida del camino hacia la iglesia, hacia un compromiso que a ratos pareciera imposible de afrontar, pero que nunca se atreverá a dejar en el olvido.

Todo aquel que bebe como ejercicio de búsqueda sabe que el papel central de la embriaguez es fungir como método de conocimiento cultural, vehículo de instrospección, alentador hacia la experimentación de los límites y apoyo para una alternativa interpretación del mundo.

Pero a veces no funciona así.

No quiero negar tajantemente lo interesante que pueda haber en el beber como rutina. Ya sea a diario o de forma semanal, pienso que el ejercicio repetido de una actividad siempre te conducirá a la perfección. No digo que la haya logrado, sin embargo puedo presumir de ni siquiera sentir un efecto mediano cuando mucha gente ya ha entregado todo lo que posee de conciencia a las huestes del dios Baco. De la misma forma, algunos -no muchos- me parecen entidades bebedoras inalcanzables, pero cabe aclarar que hablo de gigantes, de maestros, de semidioses, verdaderos guerreros que beben en media peda lo que una familia completa consumiría en una boda. Son entidades reales, mi inspiración en el aspecto puramente cuantitativo.

(((Continuará en la Segunda parte)))

3 comentarios:

cristoforo dijo...

amen¡¡¡¡

cristoforo dijo...

amen¡¡¡¡¡¡¡ que la chingada que ameeeeeen por que no puedo dejar este puto comentario chinga a-m-e-n

cristoforo dijo...

a chinga jajaj ya lo abia dejado bueno ay ta jajaja